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Elizabeth Arden

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Se llamaba en realidad  Florence Nithingale Grahan. Nació  en 1878 en Canadá en una familia de campesinos que como todos entonces vendían las hortalizas que cultivaban.  Su madre se murió cuando ella era muy joven y atendiendo el puesto de verduras descubrió  sus grandes dotes para la venta.

Trabajó un tiempo como enfermera y en el hospital conoció a un bioquímico que trabajaba en una fórmula para regenerar la piel después de un accidente.  Ella pensó que si una crema podía revitalizar la piel otra podría seguramente mantenerla  en buen estado.

Buscó trabajo en Nueva York en un salón de belleza, en el que empezó trabajando como cajera para pasar luego a ayudante. Su gran aptitud para aplicar los tratamientos faciales la hizo favorita entre las clientas y  al poco tiempos se asocio con una de ellas y abrió su salón de belleza en la Quinta Avenida. Inventó una línea de maquillaje y tuvo un éxito arrollador. 

 Antes  la primera Guerra Mundial viajó a Europa, donde  en el salón de Helena Rubinstein, descubrió el rímel de pestañas y la sombra de párpados y con ellos las enormes posibilidades de los productos de maquillaje. Compró muestras de todos sus productos, y anticipándose a los chinos consiguió no sólo copiar las fórmulas exactas de los productos de su rival sino mejorarlas quitándoles  la grasa excesiva que llevaban.

No solo triunfó en los negocios, también lo hizo en el amor. Se casó con Tommy Lewis el banquero que había conseguido para ella su primer gran préstamo y que se convirtió en su asesor financiero.

En 1915, cuando se enteró de que Helena Rubinstein  quería establecerse en USA, se desató una auténtica guerra entre ellas, que duró hasta su muerte, casi al mismo tiempo. A las dos les sorprendió trabajando. Ambas murieron en su despacho siendo nonagenarias.  

Sus biografías, escritas en el libro  “War Paint: Their Lives, Their Times, Their Rivalry”, nos  descubre a dos mujeres geniales que se profesaron odio eterno.

Las sobrinas de ambas continuaron desarrollando las firmas, que hoy continúan, a pesar de la competencia, con la misma vitalidad. 

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