Hacer
el bien
Raquel Rodríguez
de Bujalance
A
menudo oímos hablar de derechos, pero todo derecho implica un
deber. Por el mero hecho de ser hombre tenemos unos derechos
humanos pero también unos deberes, el más importante y que
abarca todos los demás, es la obligación de hacer el bien
siempre, que incluye además hacer bien lo que cada uno tiene
encomendado.
Para poder hacer el bien es necesario conocer lo que es
bueno y saber distinguirlo de lo malo y también de lo
indiferente. Es verdad que, en cierto sentido, el bien puede ser
relativo porque lo que a uno le agrada a otro puede desagradarle y
considerarlo como malo y viceversa. Pero también es cierto que
hay una forma de saber en cada caso qué es lo más adecuado.
Quien está dispuesto a hacer el bien se pregunta en cada situación
qué es lo que debe hacer y se decide por aquello que su razón
le dice que es lo mejor.
EN
EL TRABAJO
Uno de los aspectos de esa obligación general de hacer el
bien, es el que se refiere al trabajo. Cada trabajador conoce muy
bien sus derechos y lo que puede exigir en el trabajo. Pero por
delante va el deber de realizar la actividad profesional según
las normas que la misma requiere, comenzando por tener la
preparación suficiente para llevarla a cabo de la mejor manera
posible.
Además de la preparación, el trabajo tiene la posibilidad
de ser hecho aspirando a la perfección de forma que el producto
obtenido –material o no- pueda ser considerado por los
entendidos como óptimo. Pero también puede hacerse tratando de
salir del paso, haciendo lo que se llama una “chapuza”, algo
que está muy lejos de lo medianamente pasable. Y uno mismo debe
exigirse esa perfección, independientemente de que otras personas
vigilen o no esa tarea.
Cuando la persona hace bien su trabajo, recibe como
contrapartida una satisfacción que
compensa del esfuerzo realizado.
EN
LA FAMILIA
La mayoría de los
eres humanos nacen en el seno de una familia y forman más tarde
su propia familia. En este ámbito es más fácil hacer el bien
porque se cuenta con la fuerza del amor. Sin embargo hay personas
que tratan a los miembros de su familia tan bien como a los
extraños. Quien ama a otro, mujer, marido, hijos, tiene que
demostrarlo con actos concretos de amor, de cariño.
EN
LA SOCIEDAD
El bien que hace una persona tiene que influir en la
sociedad en que vive. La vida social para que se desarrolle de
forma armónica y conveniente para todos debe recibir el apoyo de
los individuos que la forman. La obligación de hacer el bien,
dentro de este campo, se concreta, estar al servicio del bien común.
Todos tenemos la obligación de hacer el bien, de ser solidarios,
con los que tienen más necesidad que nosotros, en cualquier
campo. Muchas veces no se trata de necesidad material, sino de
comunicación, de sentirse escuchado, atendido o amado.
En el 11S, se pudo de manifiesto la debilidad de los
grandes edificios, pero ya mucho antes se vio que era
necesario crear comunidades más pequeñas donde puedan
practicarse relaciones de vecindad. Las urbanizaciones, los
barrios, etc en los que se establecen servicios comunes, están
dirigidos a facilitar contactos interpersonales para que todos se
puedan beneficiar de las ayudas que suelen prestarse mutuamente
las personas que se tratan. Trabajar porque esas relaciones se
inicien y se refuercen es una forma de contribuir al bien social.
El deber de hacer el bien, es algo positivo para el
individuo, para la familia y para la comunidad. Si todos tuviéramos
como meta esa obligación primaria de buscar el bien, se obtendría
como contrapartida, el respeto a los derechos de todos: las
mujeres, los niños, las personas mayores, los minusválidos, etc.
Esta puede ser la tercera vía para conseguir una sociedad más
humana.
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